
No todos los días tengo la fortuna de toparme con seres tan mágicos. No les llamaría personas, ya que las personas somos normales, y estos seres de los que hablo no caben dentro de la campana de Gauss. Ellos y ellas iluminan la vida nuestra con su sonrisa, con su abrazo, con su existencia. No estoy ni ahí con hablar de todos ellos, ya que en verdad estoy haciendo una generalización de una chica en especial, quien hoy celebra su llegada a esta tierra envenenada. Ella, de quien vengo a hablar esta vez es mi compañera de carrera, se llama María Constanza y todos la conocemos por Cocó. Es pequeña, feliz y muy mágica. La Cocó causa en mí una mezcla de sentimientos muy brígidos, que me dificulta describir. Pero creo que basta con decir que me ilumina los días cuando le veo, que me dan ganas de entregarle mucho de mí, y yo imbécil como gente normal me ocupo de otras cosas. Si es que está Dios allá afuera, le mando a decir que le doy eternas gracias por haberla puesto en mi camino.
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